LA MÚSICA PARECE QUEDAR FUERA DEL ALCANCE DE LA CIENCIA. ¿O NO ES ASÍ?

Hemos dicho que la ciencia es el dudar continuo, el preguntarse constantemente el por qué y el cómo. Estas preguntas no invalidan el placer que se siente escuchando la música, sino que más bien lo complementan. Escuchando la música uno se deja ir en el mundo de las melodías y de las armonías, pero al mismo tiempo, en la mente, las corrientes neuronales recorren sus circuitos y las imágenes se generan sin parar. Entre esas imágenes uno puede volar a otros mundos, mundos donde reina la belleza, la riqueza, lo que uno desea y no encuentra en su vida real. Es esto lo que mucha gente describe como “escaparse” del mundo, alejarse de uno mismo, cuando la realidad es que lo que es navegar por los propios deseos, construir en la propia mente imágenes ansiadas, es ser más aun uno mismo.

Entre esas imágenes pueden surgir también aquellas que se preguntan por la propia música. ¿Qué es? ¿Cómo surge? ¿Por que nos gusta? ¿Qué es eso de “gusto”? ¿Nos gustan o nos disgustan otras músicas, la clásica, la clásica-moderna, o la moderna-pop, rock, dance..., la música china, india, oriental?

La música es una secuencia de sonidos, y como tal una secuencia de fluctuaciones de la presión del aire que actúa sobre la membrana del tímpano del oído donde se transmite a unos pelillos rígidos que por su movimiento dejan pasar potasio a los axones de las neuronas colocadas por allí.

Sonidos hay de todos los tipos. ¿Para que qué pueden servir los sonidos aleatorios? No incluyen ninguna información, salvo el propio sonido. Los sonidos ordenados son capaces de transmitir información de una manera muy sencilla. Como escribí ayer, la información recibida por el cerebro se debe almacenar en memorias de circuitos neuronales, aunque aun no sabemos la forma exacta. La capacidad de reconocer sonidos ordenados debe ser útil para la supervivencia. La estimulación de esta capacidad se realiza desde el primer día del nacimiento, hablando y cantando al niño sonidos repetitivos.

(De nuevo vuelvo a insistir en el concepto de -ciencia-: No hay nada fijo, no hay nada definitivo. Hacemos hipótesis, las verificamos, las aceptamos mientras no haya pruebas en contra, y las modificamos en cuanto surgen esas pruebas. Hay gente que necesita la seguridad: “Esto es así, y no hay más que hablar”. Pero, ¿Donde esta esa seguridad en nuestro universo?)

La ciencia del sonido, o más bien la ciencia de cómo oímos el sonido y cómo es la música es una ciencia de resonancias. ¿Qué son las resonancias? La idea es muy fácil. Cuando dejamos que un columpio oscile tras un empujón, vemos que siempre tarda lo mismo en ir y venir: El columpio tiene un periodo propio de oscilación. Si empujamos el columpio con ese periodo, conseguimos que se mueva sin parar y que las oscilaciones sean cada vez mayores. Si lo empujamos con cualquier otro periodo las oscilaciones son irregulares, el columpio no se para pero las oscilaciones se mantienen pequeñas y aleatorias. La gran mayoría de los movimientos en el mundo son oscilatorios o circulares, que es equivalente, y la mejor manera de mantenerlos es vía resonancia.

Ayer escuchaba los violines, las violas, los cellos y el contrabajo. Los arcos con las cuerdas tensas con resina resbalan sobre las cuerdas de los instrumentos. El movimiento es mas o menos el mismo, pero las notas van cambiando con la posición de los dedos de los ejecutantes. Las notas son las resonancias de las cuerdas de los instrumentos, que al estar tensas solo vibran con frecuencias concretas. Al mismo tiempo las cajas de madera de los violines resuenan también con ciertas frecuencias concretas de manera que al ser estimuladas por la vibración de las cuerdas se producen las notas adecuadas que escuchamos como música.

Ayer, en el concierto que comento, el auditorio no era el adecuado. Llegaban las notas, pero las notas no se fundían en una única melodía. Cada instrumento sonaba por su cuenta. El problema era el espacio sonoro por donde se movía el sonido. Los auditorios son también cajas de resonancia que deben ser ajustadas para conseguir que las notas se superpongan unas otras con el retardo necesario para generar un sonido único.

Nuestro oído es capaz de separar el sonido en frecuencias discretas de manera que sonidos de frecuencias muy parecidas se escuchan como el mismo. Años de experimentación sin saber nada de esto llevó a los músicos a crear la escala que se utiliza en la cultura occidental, las doce notas están separadas entre sí un intervalo que representa más o menos el 5% de la frecuencia de cada nota. Es muy probable que esta separación sea la más adecuada para la transmisión de información. No lo sabemos, es un tema interesante para investigar.

No sé si se habrán fijado ustedes. La música nos encanta cuando la oímos de manera repetida. Con la música compleja la repetición ocurre cuando oímos la misma pieza varias veces. Con las músicas simples la repetición ocurre cuando oímos distintas pieza que son esencialmente la misma una y otra vez. El misterio del placer es la repetición. Es evidente que una buena comida se disfruta más cuando se repite, el sexo llama a la repetición, la música, la lectura. Parece ser que rehacer las corrientes neuronales en el cerebro es lo que los animales interpretan como placer, al menos hasta un punto pasado el cual el placer se convierte en dolor o aburrimiento.

¿No es un placer investigar hasta algo como el arte?

Para más información ver

http://weblogs.madrimasd.org/medioambiente/archive/2006/08/14/37427.aspx